Prólogo (3)

Muchos de estos últimos ensayos habrian sido inútiles si hubiera visto la luz pública delDiccionario náutico que á mediados del siglo XVII dejó concluido el Almirante don Pedro Porter y Casanate, natural de la ciudad de Zaragoza. En un memorial que presentó al Virey de Nueva-España, Marques de Cadreita, en Setiembre de 1636, tratando de las obras que habia escrito, le dice: “Tiene hecho para S.M. un libro intitulado Diccionario náutico, comprendiendo dentro de un navío dos mil nombres particulares, aclarándolos con sus definiciones, obra que acredita experiencia y no menor memoria, fundada en la inteligencia de lo mas mecánico de la nave (8).” Había navegado en la Armada Real del Océano, y concurrido á varias expediciones marítimas en Europa y América. Obtuvo licencia del Rey para descubrir en la mar del Sur, y continuar una Hidrografía general que estaba concluyendo en 1636. Escribió tambien un Arte de Navegar, é izo descubrimientos en el Golfo de la California (9), siendo después Gobernador de Sinaloa. Todas aquellas y otras obras quedaron sepultadas en el olvido, y solo se imprimió en Zaragoza, el año 1634, un librito intitulado Reparo á errores de la navegación española, que escribió Porter á los veinte y un años de edad, dedicándole al excelentísimo señor don Fadrique de Toledo Osorio, Capitan general de la Armada del Océano, con quien habia navegado. Basta la lectura de esta obra para formar un concepto ventajoso de la sólida instrucción y juicioso discernimiento de su autor, aun en los primeros años de su carrera marítima; y por ella debemos inferir que el Diccionario náutico, que era el complemento de todos los conocimientos que fue adquiriendo después con su continuo estudio é ilustrada práctica, debia ser perfecto, comolo asegura el doctor Juan Francisco Andres de Uztarroz, cronista del reino de Aragon, añadiendo era obra tan deseada de todos los sábios en el arte de la Marinería, por las breves y cortas noticias que Della hasta agora se han tenido (10).


A este Diccionario, dispuesto por un hábil General de Marina, siguió el que con gran aparato de erudición escribió y preparó para la prensa en 1673 el licenciado don Juan Avello Valdés, Oidor de la Chancillería de Valladolid. Habia sido mas de seis años Fiscal de la Real Audiencia y Casa de la Contratacion de Sevilla, y se ocupó alli en formar una recopilación de los derechos, leyes y cédulas de la navegación á las Indias, de las ordenanzas del mismo Tribunal, y de sus materias navales, dividiéndola en tres tratados ó libros que dedicó al señor Rey don Carlos II: y como índice ó sumario de esta obra, coordinó después el Diccionario que algunos de sus aprobantes miraron con juicio muy parcial como una Enciclopedia ó Tesoro, llamándole unos Prontuario marítimo, y otros Abecedario náutico (11). No es posible formar una idea justa de esta obra sin examinarla. Apenas contiene setecientos artículos, y en la mayor parte, mas que en definir clara y sencillamente los vocablos, se ocupó su autor en disertar sobre ellos con tal profusion de autoridades, con erudición tan impertinente, ya legal, ya poética, ya histórica, y con tan hueco estilo y desgraciada crítica, que no es posible sostener su lectura sin fastidio, ni sacar de ella utilidad ni provecho. Asi es que este libro permaneció inédito y oscurecido en la biblioteca del Escorial, hasta que en 1786 mandó sacar una copia del excelentísimo señor don Antonio Valdés, entonces Ministro de Marina, la cual se conserva en el depósito Hidrográfico de Madrid.



Este mal gusto y atraso en la literatura y en las artes, era el preciso resultado de la decadencia de la Monarquía española, mientras que Holanda, Inglaterra y Francia fomentaban las ciencias y los conocimientos útiles, extendian su comercio, y luchaban por aumentar su influjo en la política europea, dominando los mares, y multiplicando sus colonias en todos los paises de ultramar. A España apenas llegaban aquellos escritos científicos sino por medio de la Francia, cuya lengua no era todavía tan general como lo fue en el siglo siguiente. Asi es que algunos escritores se aprovechaban de las obras extranjeras, y tal vez las daban al público como propias y originales. Gaztañeta, siendo piloto mayor de la Armada Real del Océano, imprimió en Sevilla el año 1692 su Norte de la navegación, hallado por el cuadrante de reduccion (12), cuyo invento habia publicado en Francia mas de veinte años antes el sñor Blandel Saint Aubin; y Marroquin imprimió en Madrid en 1723 la Instrucción de Marineros y ejercicio de la maniobra, que es una traducción de la obrita que habia escrito el célebre Mariscal de Tourville, sin que ambos escritores tuviesen la franqueza de manifestar el origen y verdaderos autores



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