Prólogo (10)

aquellos que están apoyados ó sancionados por respetables autoridades de clásicos escritores, ó por el uso discreto é ilustrado. Si todos tuviesen la libertad de formar y usar palabras á su antojo, apenas se entenderían unos con otros, y faltaría aquélla tácita convención que en ésta, como en otras instituciones humanas, es el fundamento de la sociedad y de la Union y trato de los hombres entre sí.__ 2ª. Que respecto á la autoridad no basta que un escritor sea puro y castizo en el lenguage común, exacto en la gramática, elegante en el discurso, sino que sea docto y perito en la materia de que trata, y por consiguiente en el uso y aplicación de las palabras técnicas ó facultativas. Los sabios mismos en la formacion de las que necesitan para expresar las nuevas ideas que adquieren observando la naturaleza y acrecentando los conocimientos científicos, no proceden al acaso ni por capricho, sino que toman tales voces de otras lenguas vivas ó muertas que las tienen; ó llevados de la semejanza y analogía de las ideas ú objetos, que quieren expresar con otros ya conocidos, les aplican los mismos vocablos en acepción mas ó menos directa ó metafórica según conviene, aunque en esta parte contribuiría mas á la perfección y claridad de las lenguas que cada idea ú objeto tuviese su nombre ó expresión propia y peculiar. Horacio aconsejaba á los romanos tomasen sus voces de la lengua griega, que era la mas sábia entonces, y siendo la latina madre de la nuestra, obrariamos prudentemente si de ella tomásemos las voces que nos falten, acomodándolas á la índole y pronunciacion del idioma castellano.__ 3ª. Que aunque el uso según Horacio, es el árbitro, juez y norma del lenguage, se ha de entender por uso, como lo enseña Quintiliano, no la costumbre ó manera de hablar del vulgo ó de la gente inculta ó mal educada, sino la que tienen y ejercitan las personas instruidas y discretas conforme al voto y consentimiento de loa sabios (26). Seria un absurdo consignar en un Diccionario las vocesperlongar por prolongar, niervo por nervio, perpao por propao, batallola por batayola, comendante por comandante, y otras corrupciones semejantes ó vicios de pronunciación que se notan en el lenguage de nuestros marineros, cuando solo se deben autorizar las que han introducido los juiciosos y peritos escritores, ó ha sancionado el uso y la costumbre de las gentes de buena educación.__ 4ª. De aqui resulta que para apreciar una autoridad, y el bueno ó mal uso de las voces, es necesario reconocer y examinar atentamente los escritores nacionales, empezando por los mas antiguos, y siguiendo cronológicamente hasta los modernos, para apuntar sus voces y frases, estudiar su significado y las alteraciones que hayan tenido, conocer su origen y la historia del idioma (27), y su copia ó abundancia, ó lo que es lo mismo, el número y calidad de los signos que forman su caudal y riqueza. Porque si se ignora lo que tenemos, ¿cómo se conocerá lo que podamos necesitar? Mengua y desdoro seria ir á mendigar del francés, del italiano ó del ingles lo que tenemos en nuestra propia casa dejado en herencia por nuestros mayores, y preferir la precaria autoridad de los Diccionarios extrangeros á la respetable de nuestros clásicos, y al uso y costumbre de hablar de los célebres navegantes españoles.

Ejemplo digno de imitación nos han dado anticipadamente algunos hábiles escritores y buenos patricios. Cuando don José Clavijo y Fajardo tuvo que formar en 1777, á consecuencia de Real orden, los índices castellanos de las producciones y curiosidades que existían en el Real gabinete de Historia natural de Madrid, examinó cuantos autores españoles habían tratado de los diversos ramos de aquella ciencia; y á fuerza de constancia y de una aplicación continua de nueve años en leer las obras latinas y francesas, cotejándolas con las castellanas, consiguió formar un Vocabulario de ciencias naturales en los tres idiomas, que no solo le fue útil para su primer objeto, sino para dar después á la traducción castellana, que publicó de la Historia natural del Conde de Buffon, aquella pureza y propiedad de lenguage y expresión que la han dado tanta celebridad y aplauso entre los españoles que saben apreciar á su nación sin desdeñar por eso el mérito de las extrangeras. Lastima es que este Vocabulario no viese la luz pública, ya que la experiencia habia hecho conocer a su autor lo difícil que es hallar los verdaderos equivalentes de las voces de Historia natural en el idioma patrio, si no precede una larga y penosa investigación (28). Otro de los escritores recomendables en este concepto es don Diego Antonio Rejón de Silva, que en su Diccionario de las nobles artes, impreso en Segovia en 1788, no solo se propuso definir con claridad y concisión todas las voces y frases pertenecientes á la pintura, escultura, arquitectura y grabado, sino comprobarlas con la autoridad de los

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